lunes, 25 de febrero de 2013

Enseñanza de la ortografía

ENSEÑANZA – APRENDIZAJE DE LA ORTOGRAFÍA  I.


Por:  Lidia E. Castillo


Si juzgamos por los resultados, tenemos que aseverar que no se está produciendo un aprendizaje efectivo en lo que concierne a la correcta escritura de las palabras.  Es por ello que año tras años los maestros y profesores de Español de los distintos niveles repiten el mismo material.

Esto lo podemos ver por ejemplo, si pensamos en las formas del verbo haber (que se enseñan dentro de lo que se llama Palabras Homófonas).  Nosotros nos damos cuenta de que el profesor emite hacia el estudiante esa información, durante muchos años reiteradamente, y aún así, muchas veces el estudiante llega a la Universidad con las mismas deficiencias que hubiera tenido si jamás hubiese oído hablar del tema.

Podemos poner como ejemplo, también, el problema de la Acentuación Ortográfica.  Desde III  y IV grado de primaria los maestros enseñan a los estudiantes, lo que es diptongo y lo que es hiato, lo que son palabras agudas, graves y esdrújulas; y cuándo estas palabras llevan o no tilde. Sin embargo, estas nociones y las prácticas correspondientes vuelven a ser repetidas por los profesores durante los seis años de secundaria y el estudiante llega a la Universidad sin la menor idea sobre cuándo una palabra debe llevar tilde o no.

Lo que al final de su carrera es una mezcolanza que hace que aplique oscura y arbitrariamente algunas nociones ortográficas.  Ellas lo  llevan por ejemplo a marcar la tilde indiscriminadamente.  Así: imagen, resumen, examen, joven son palabras que llevan tilde, – para  el alumno –, a pesar a de que hay una regla sencillita que nos enseña que las palabras graves terminadas en n no llevan tilde. Es más, en el caso de “joven”, al estudiante le da igual marcar tilde en la e o en la o.

Bien, definitivamente hay problema, hay una barrera que no permite que el mensaje llegue al alumno; entonces se hace necesario un estudio sincero y la creación de mecanismos que tiendan a romper el muro  que impide la comunicación.

¿Cómo?   Lo primero que hace falta es una sistematización de todo el material ortográfico.  Lo que resulte será un organismo que apelará a la lengua, a la realidad del alumno, al medio en que éste se desenvuelve.  En él aparecerán jerarquías dentro de su área respectiva  las homófonas y parónimas atendiendo a su mayor frecuencia de uso y al mayor grado de dificultad.   En él aparecerán ordenadas –de manera que su captación se haga accesible al alumno– todas las nociones referentes al uso  apropiado de las tildes,

Sin embargo, aún con la existencia de este texto – clave, texto punto de partida, teoría, organismo o como se llame aquello que resulte de una investigación exhaustiva del problema, tenemos que sigue vigente  el problema  de la comunicación.   El texto – clave, no sólo debe contener las nociones jerarquizadas, sino el instrumento para que ellas lleguen por la vía más agradable al alumno, aunque ello no signifique por la más fácil, que puede ser la menos duradera.

Hay dos formas de enseñar ortografía.  Una de esas formas, la menos efectiva, pero la más fácil para que el alumno obtenga una buena calificación, tras la apariencia de aprendizaje, es lo que vamos a llamar, por hacerlo de alguna manera, el método palabra a palabra.

Esto que hemos llamado método es utilizado con los aspectos más difíciles del acento ortográfico.   El profesor, por ejemplo, explica unas reglas ortográficas e ilustra cada una con cinco o seis palabras.   Posteriormente verifica si el estudiante escribe correctamente las palabras de la lista que ofreció como ejemplo para cada regla.  Por supuesto que la mayoría de los alumnos aprueba.

El caso contrario es el del profesor que intenta que sus alumnos razonen, que estos, a partir de sus premisas hagan deducciones y que puedan escribir correctamente palabras similares a las utilizadas durante las prácticas.  Esta última forma cuesta más al alumno no acostumbrado a razonar y también requiere mayor esfuerzo por parte del docente, sobre todo en momentos en que existe una guía del tipo que sugiero. 

Cuando aplicamos el segundo modo, que yo diría más efectivo, podemos encontrar mayor resistencia en alumnos de niveles superiores cuando antes se les ha enseñado o intentado enseñar, de otra manera.

Es necesario pues que los docentes unifiquemos criterio decidiéndonos por lo mejor, aunque no sea lo más fácil. No podemos seguir enseñando ortografía  “como lo hemos hecho siempre”, porque la realidad demuestra que no da resultados.   Tenemos que probar nuevos métodos y una vez que se demuestre que funcionan, debemos entrar en un orden para no repetir  lo que el alumno aprendió en un nivel inferior, o para evitar que un alumno tenga que aprender en un quinto o sexto año del bachillerato o aún en la Universidad, lo que debió recibir en un primer año de secundaria.

Viajes y literatura

El gran placer de viajar

Por: Lidia Emir Castillo
(La Prensa, Feb. 26, 1990)

Tenía prisa.  A pesar de que era temprano me despedí como quien teme perder el avión.  A mi lado un japonés leía lo que desde la perspectiva asumida por mi mentalidad occidental era “de atrás hacia adelante”.  Al otro costado, un hombre mayor de inconfundible acento gallego me contaba que era panameño y me relataba las delicias de su provincia.

Por azar leí un cuento fantástico que actuaba como complemento perfecto al acto de viajar en avión.  Al anochecer, una película del mismo tipo fue proyectada y al final,  la mañana se hizo.

En Madrid, una visita a La Casa del Libro puso en nuestras manos una biografía de Dostoievski escrita por Stefan Sweing. ¡Nada más alejado de nuestra realidad, que ese lirismo sweingniano!  Y como se trata de una lectura nocturna posponemos a Sweing y tomamos –de un túmulo que hemos hecho con nuestra adquisición vespertina– un libro de fondo azul y letras blancas de Plaza & Janés.  Se trata de las memorias del cineasta español Luis Buñuel a quien empecé a conocer en Bogotá a través de sus películas El secreto encanto de la burguesía,  Ese oscuro objeto del deseo... y posteriormente en la obra de Cesarman El ojo de Luis Buñuel.

Un fin de semana en el pueblo toledano de Navamorcuende me pone en contacto con una serie de artículos con los poemas que obsequiaron  a Ezra Pound hasta su muerte.  Allí, al calor de la chimenea unas veces; otras disfrutando del sol que iluminaba el patio de la casa que nos acoge, o en las faldas de la montaña, concluimos Patria mía.

Ocasionalmente, la librería de la Universidad Complutense silencia nuestras pisadas mientras aguardamos la hora puntual de recibir respuestas sobre el desarrollo de nuestro trabajo doctoral.  En una de esas incursiones un nombre en la portada de un libro llama nuestra atención:  Lasló Scholz.  Se trata de la obra que sobre Cortázar ha escrito un amigo húngaro. Esa noche inicio la lectura de El arte poética de Julio Cortázar, dentro de la apacibilidad de un convento convertido por la época en Residencia de Estudiantes y próximo a ser albergue de religiosas seniles o enfermas.

Pero Madrid es actividad y a las lecturas por placer o las que impone nuestra investigación, como los ensayos que sobre la mujer ha escrito Julián Marías, se suceden los reencuentros con el arte en museos, en el teatro o en el cine.  Asistimos así a las representaciones de El conformista de Bertolucci, Mishima, El beso de la mujer araña u otras obras como Los amantes del holandés Joseph Van Der Berg o un clásico de la dramaturgia española:  El médico de su honra de Calderón de la Barca.

Otra obra, Textos cautivos de Jorge Luis Borges, espera por su lectura mientras que en una reunión, al calor de nuestros comentarios sobre la película.  El Nombre de la Rosa, se nos ofrece el libro en préstamo.

                        Un artista no juega a la ley de la oferta y la demanda”; “sus seguidores (los de Whitman) no van más allá del plagio de los errores estilísticos.  No tienen presente que un reflejo en 1912 arroja destellos radicalmente diferentes de los que lanzó el reflejo de 1865”. “El valor de una nación no se debe a sus adquisiciones sino a sus donaciones”; “El negocio del artista es decir la verdad a pesar de que a alguien pueda o no gustarle”.  Lo que interesa es saber si existen cosas nuevas, cosas vivas que buscan expresión y que han hallado formas nuevas y adecuadas para ser expresadas”.

El avión continúa su rumbo después de una estación en la República Dominicana, y sintiéndonos lejos de la madre patria y de los amigos que en ella dejamos, leemos los asertos de Julián Marías sobre la amistad.

                        Es para mí una convicción profundamente arraigada que lo más propio del hombre, lo que hace de él una criatura única en el mundo, es su condición amorosa”.  Esa condición es a mi juicio el aspecto con que se manifiesta con más hondura y energía la ‘imago Dei’ la noción del hombre hecho a ‘imagen y semejanza’ de Dios”.  Cuando el cristianismo declara en serio qué es Dios, dice literal y formalmente que es ‘amor’. Esta convicción le pertenece esencialmente y de ella participa la criatura hecha a su imagen”.

La ilusión, elemento inherente a la amistad –con el riesgo de desilusión, como diría Julián Marías– me acompaña.  Hemos llegado.